Erase una vez un puente.

Un puente de arcilla que moldeaba dignidad.

Un puente de hierro que sostenía la esperanza.

Un puente de luz. De grandes corazones.

Erase una vez un puente de horizonte certero. Que se abría al paso firme y contemplaba algún traspiés (que nos recuerda el ritmo de nuestro caminar).

Un puente del que me contaron. Que lo conocí por siempre, en un instante.

Erase una vez un puente que hacía parte de otros puentes, dibujando acueductos que conectaban pasiones por la Vida. Que entrelazaban manos, sueños y corazones. Que abrazaban personas de este y otro lado, puente donde se encontraban; y nos narraban nuevas historias, de esas que hablan de  posibilidades a pesar de los imposibles.

Para los patojos del Puente Belice (Guatemala). Un muxote potolo bat!!

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