Diez años que ya no estás (y tu aita ya vas sumando cuatro).

Ya sabes que en este último tiempo la Vida se me ha puesto un poco más exigente. Y cuando el corazón anda arrugado, la versión más puñetera de la soledad intenta campar a sus anchas. Y me está costando un poco más.

Y en esas sigo descubriendo el poder de la sombra.  La fuerza que radica en mi más profunda y neta vulnerabilidad. Y que el dolor, duele. Y tiene que doler. Y que no, no puedo con todo. Y que todo está bien.
Y que también  es tiempo de amistad, de mucha conversación y de mucho amor. De personas maravillosas que son luz.
Y sí, tú, y el aita, seguís estando muy presentes.  A veces os sonrío observando un cielo  que dibuja nubes y luces y colores. Y cuando me permito que el silencio me respire, emana un Soy amplio, poroso, fluído, que va más allá de lo que soy. Sé que suena raro, jeje. Pero no se me ha ido la pelota, tranquila.
Sólo que soy más consciente. Más libre. Más… niña.
Siempre me decías, que aunque tuviera 60 años… yo siempre sería «tu pequeñita». Pues eso. Soy tu pequeñita.  Y también soy pequeñita.  Y así, pequeñita, os sigo echando de menos. No cada día ni todo el rato. No con dolor ni angustia. Sino como  preciada ausencia que habita y nutre mi pequeño corazón.
Y que os quiero. Maite zaituztet!
Eeeegunon bioi!!! Eeeeegunon mundo!!