(La columna de Boulevard de Radio Euskadi 30.09.2013)

Enlace al audio

«Eeeegunon mundo desde Boston!! Qué bueno tener este espacio para compartiros un momento “mágico” que viví hace unos días. El pasado jueves después de una jornada intensita salí a caminar a un pequeño embalse que hay cerca del Boston College. Era un poco tarde, por este ladito del mundo las siete de la noche ya es tiempo de retirada. Pero el cielo estaba  completamente abierto y la luz andaba sin querer irse a dormir. Así que me senté en un banco, no lo suelo hacer, prefiero caminar: pero el agua tenía un reflejo precioso, como si fueran estrellas tintineando. Una gozadita.  Solo quería mirar, respirar el atardecer, volver a hacerme consciente de lo privilegiado del momento.  Apenas llevaba un minuto o dos, se acerco una niña pequeña, de piel tostada y los ojos grandotes abiertos como si se quisieran comer la Vida. No tendría más de cuatro o cinco años, no soy buena para calcular edades pero me recordaba un poco a mi sobrino Telmo. Se sentó junto a mí, sin decir una palabra. Solamente me miró y me lanzo una sonrisa abierta, casi una risa. Nos quedamos un rato mirando el agua, en silencio.  Me giré para simplemente sonreirle porque de alguna manera era parte de ese momento de tanta paz y tanta belleza.  Me estaba mirando. Su sonrisa se volvió una pequeña risa que provoco en mí una risa mayor. Ella a su vez empezó a reirse y de la misma me empecé a reír yo también. No era una risa histérica ni ruidosa, pero no podíamos parar de reírnos. No hubo ninguna palabra. Solo la risa.

Una mujer, supongo que su madre, la llamó desde lejos. No alcancé a entender su nombre. Se levantó de un salto y se fue corriendo, casi bailando. Yo creí escuchar que empezó a tararear una canción.

Me pareció un momento tan bonito. Tan generoso. Tan lleno de vitalidad y de encuentro improvisado  entre nuestros más de treinta años de distancia.  Así que os invito a regalarle una sonrisa a alguien (cada día). Sin pretensiones, más que la de mirar la Vida a través de  una mirada que sabe regalar una sonrisa.  Generosa, abierta, disponible y simplemente divertida.

Yo por mi parte os dejo la mía (y un dibujo) que quiere recordar a esa pequeña niña de ojos grandes y sonrisa eterna. Y por supuesto, ahí os va, ¡¡¡mi  mejor muxote potolo bat!!! «

la niña de ojos grandes y sonrisa eterna (en el Reservoir de Chestnut Hill, Boston, MA)

Un comentario

  1. Hola, sólo quería comentarte que ya he solicitado en dos librerías de mi ciudad: Vilanova i la Geltrú, en Barcelona, tus libros… Me han dicho que están al caer… Espero que se haga «mundialmente» conocido. Ya lo he regalado varias veces y ha encantado. Muchísimas gracias.
    Te escribo aquí porque no he podido abrir la pestaña de contacto.

    Una abrazo y un mpb
    Roser

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *