Hoy mi ama hubiera cumplido setenta años.  Amanezco en la casa donde me ha visto crecer. Tolosa está bonita en esta fría mañana de otoño. El aita y yo, cumpliremos nuestro deber ciudadano casi como un ritual: acudir prontito a nuestro colegio electoral, colocar la papeleta en la urna e irnos a desayunar a Eceiza (zumo de naranja, café con leche y croissant). Supongo que hablaremos más de la amá que de política.

Hace apenas seis meses estuvimos convocados a las urnas. Mucha gente salió a la calle para mostrar su disconformidad, y los medios no hacían más que hablar de los acampados en la Puerta del Sol. Ahora son  la prima de riesgo, el nuevo Mecanismo Europeo de Estabilidad y los dichosos «rescates» (esos que salvan a los bancos para hundir a las personas) quienes llenan los telediarios y la prensa digital.

Pero releo lo que aquel 22-M compartía en este espacio y esas mismas palabras resuenan hoy en mí.

Porque no nos conformamos. Por el derecho a (y el deber de) participar. Por indignación. Porque nosotros/as sí podemos. Para no quedarse mirando. Porque debemos. Para rescatar a las personas y su dignidad. Para no dejar que las cosas pasen. Por los/as demás. Para decir. Para poder decidir. Para exigir. Por todos/as nosotros/as. Porque nos tienen que escuchar.

Porque mañana (lunes) seguiremos trabajando por otro mundo posible. Participando, haciendo, diciendo, movilizándonos, cantando, chambeando (trabajando) , pensando, debatiendo, soñando. Con propuestas concretas, con alegría, con denuncia, con tiempos y espacios, con apuestas inequívocas, con urgencia, con trabajo, con diálogo, con encuentro, con paciencia, con posibilidad y con esperanza…

Y sí, reivindicando el abrazo y los muxotes potolos como expresión para mirar, vivir y  re-crear un  mundo con más color. Colocando siempre a las personas en el centro.

Parte hartuz, mundua hobetuz.

 

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